martes, noviembre 22, 2005

 

Para detener el SIDA

Hace poco más de 25 años que fue detectado el virus del SIDA. Desde entonces, el avance de esta enfermedad ha sido implacable. Cada año se registran cerca de 5 millones de nuevas infecciones en todo el mundo, principalmente en África.
Varios son los métodos utilizados en diversos países para frenar el avance de este terrible mal: los medicamentos para enfrentarlo solamente retrasan la acción del virus, no curan al enfermo y cuestan mucho dinero; por otra parte, en todos los países desarrollados se han aplicado campañas de prevención basadas en explicar cómo tener relaciones sexuales haciendo uso de preservativos.
En estos más de 25 años el uso de condones se ha difundido más y más y sin embargo la epidemia no se ha podido detener en absoluto. Todo hace ver que se trata de una estrategia totalmente errónea. Por tanto, no se puede decir que el sexo con preservativos sea verdaderamente "sexo seguro". Peor aún, las entidades gubernamentales que desean prevenir el contagio del SIDA en nuestro país confían en detener su avance con campañas igual de ineficaces a las propuestas en esos países desarrollados como la promoción del uso de condones, también entre la población escolar pre-adolescente.
No hace falta ser adivino para predecir que una campaña de ese tipo en el Perú será un rotundo fracaso, además de un desperdicio de recursos económicos. No es pesimismo sino realidad: en España ya se ha ensayado una campaña similar durante años y el SIDA no se ha conseguido detener.

Hace falta que en el Perú adoptemos una estrategia que sí dé buenos resultados. En uno de los países más afectados por este mal se ha conseguido detener el avance del SIDA: Uganda. En Uganda, la tasa de infección por el VIH de las personas de 15 a 49 años ha pasado del 30% a principios de los años noventa al 5% el año pasado. Ningún país desarrollado, con todas sus estrategias y medios ha conseguido semejantes cifras en los últimos años. Uganda no es un país con abundantes recursos económicos y sin embargo lo ha logrado.
La estrategia ugandesa para enfrentar este mal es llamada en ese país "ABC", en dónde "A" señala "Abstinence", "B" indica "Be faithful" (sé fiel) y en tercer lugar "C" por "Condoms". Se ha tratado de una estrategia de comunicación social dirigida a que los solteros se abstengan de tener relaciones sexuales antes del matrimonio, los casados tengan sexo sólo con su cónyuge y, si falla lo anterior, que se tenga sexo, pero con el uso de preservativos. Es una campaña lógica, considerando que está comprobado que más del 85% de los contagios de SIDA proviene de relaciones sexuales. Es como en las campañas anti-tabaco: como fumar da cáncer, hay que dejar de fumar. De manera similar, como la promiscuidad contagia el SIDA hay que abstenerse, dejarla de lado. Al contrario, una campaña que facilita el uso de preservativos, también entre la población pre-adolescente, aumenta el riesgo de contagios porque promueve ese mal llamado sexo "seguro". Así se explica que las campañas de prevención de tantos países haya fracasado.

Aún estamos a tiempo para poner en práctica estas políticas que sí tienen resultados positivos. Uganda es un país con menos recursos que el Perú: su PBI per cápita en 2004 ascendió a $1500, mientras que el nuestro a $2300 aproximadamente. Implementar una campaña de este tipo requerirá coordinar esfuerzos entre los Ministerios de Salud, de la Mujer y de Educación. Ponerla en marcha no debe ser muy complicado. De hecho, los Ministerios saben difundir sus planteamientos de Educación Sexual entre la juventud. Con esta campaña, solo habría que cambiar el contenido del mensaje (el "ABC" antes mencionado).

Muchas vidas de gente joven están en juego si estas políticas no se implementan de manera adecuada. La tasa mundial de contagio del SIDA asciende a las 14000 personas al día. Indudablemente, de ponerse en marcha, una campaña de este tipo no solo contribuirá a erradicar esta enfermedad, sino también a hacernos crecer en los importantísimos valores familiares y personales.

martes, noviembre 08, 2005

 

El Regalo




En la Universidad de Piura preparamos el viernes 4 de noviembre una solemne Procesión Eucarística y una Misa ante la Ermita del Campus para clausurar el Año de la Eucaristía. Secundábamos así el querer del Santo Padre Juan Pablo II cuando decía: «(...) en este Año de la Eucaristía se invita a la comunidad cristiana a tomar conciencia más viva del [misterio de la Eucaristía] con una celebración más sentida, con una adoración prolongada y fervorosa, con un mayor compromiso de fraternidad y de servicio a los más necesitados. La Eucaristía es fuente y epifanía de comunión. Es principio y proyecto de misión» (Roma, 17 de octubre de 2004, inauguración del Año de la Eucaristía).

Los capellanes de la Universidad nos dispusimos a preparar esta celebración tratando de llegar a toda la comunidad universitaria con pequeñas charlas doctrinales. Y es que Mons. Cantuarias, Arzobispo de Piura, había dispuesto que quienes participaran en la Procesión podrían lucrar indulgencias plenarias. Nuestras clases consistían en explicar qué son las Indulgencias. Tratamos de abarcar a la mayor cantidad de personas y más o menos pudimos hacer algo. Conscientes de nuestras limitaciones, pedimos ayuda a Dios a través de su siervo, el Papa Juan Pablo II, para que todo fuera un éxito.

Gracias a Dios, verdaderamente lo fue. Pocos días antes de tener la procesión, el entusiasmo por lucrar las indulgencias era muy considerable, principalmente entre la gente joven. Largas colas de penitentes se acumulaban delante de los confesionarios y se tuvieron que habilitar otros lugares para atender a la gente en el sacramento de la penitencia. Otros también buscaron ir a confesarse en iglesias de la ciudad, y en algunos casos no lo consiguieron, pues igualmente en ellas había mucha gente deseando recibir el sacramento del perdón. Era una auténtica "revolución" de gente joven dando pasos concretos para luchar contra el pecado. En muchos casos -estamos seguros- se trataba de auténticas conversiones. Además, muchos jóvenes manifestaban externamente su alegría por haber vuelto a la Gracia de Dios después de varios años de no haberse acercado a la confesión. Como aquel chico que, al final de la misa, hacía una llamada con su teléfono celular con las palabras "¡Mamá, después de dos años y medio sin confesarme ni comulgar, hoy lo he hecho!"

¡Cuánta naturalidad había en la gente joven para hablar de las indulgencias y de cosas de Religión! Chicos y chicas hablando del perdón, de la Gracia de Dios, del purgatorio, de guardar la hora del ayuno eucarístico... en pleno siglo XXI. Y se notaba que no era una cosa "rara", una cucufatería, sino algo absolutamente "normal" -aunque sobrenatural- presente en la vida común y corriente de los universitarios y sus familias...
¿Cómo es posible que esa "normalidad" haya estado tan presente en la gente joven? Quizá lo puedan explicar estas palabras de Benedicto XVI, hablando sobre la Eucaristía: «Desde siempre todos los hombres esperan en su corazón, de algún modo, un cambio, una transformación del mundo. Este es, ahora, el acto central de transformación capaz de renovar verdaderamente el mundo: la violencia se transforma en amor y, por tanto, la muerte en vida» (Colonia, 21 de agosto de 2005, clausura de la Jornada Mundial de la Juventud).

Es, efectivamente, la gracia que proviene de la Eucaristía la que seguramente ha impulsado a los chicos y chicas a que tengamos en Piura esta transformación, esta "mini jornada -piurana- de la juventud".
La procesión se preparó también con muchas horas de gente joven y no tan joven, preparando alfombras de flores para que pase Jesús sacramentado. Había grupos de gente con profesoras encinta, también en la tarea de armar las alfombras. Quedaron todas muy bonitas, auténticas obras de arte. Era para embellecer el "Regalo" que queríamos ofrecer a Juan Pablo II, pero al final, vistos los resultados de confesiones, conversiones, comuniones y alegría, ha sido un regalo para nosotros de parte de Juan Pablo II.

martes, noviembre 01, 2005

 

Un Regalo para Juan Pablo II y Benedicto XVI: Clausura del Año de la Eucaristía


El viernes 4 de noviembre, en la Universidad de Piura, tendrá lugar una solemne procesión eucarística en las veredas del Campus Universitario.
El propósito de esta procesión es conmemorar la Clausura del Año de la Eucaristía.
Si bien es cierto que el Papa Benedicto XVI ya clausuró en Roma oficialmente el Año de la Eucaristía (fue al finalizar el Sínodo de Obispos que estudió temas relativos a Jesucristo Sacramentado) en la Universidad de Piura recién lo haremos el viernes 4 de noviembre, cuando las actividades en la nuestra Casa de Estudios ya ofrezcan un poco de espacio para tener esta Procesión, en la que estarán representadas todas las Facultades y Centros de la Universidad, junto con los colegios de aplicación Turicará y Vallesol..
En el Campus, el camino que hará Jesucristo Sacramentado recorrerá buena parte de las veredas que unen el Edificio Central con la Ermita dedicada a Santa María, Sedes Sapientiæ. Previamente, los alumnos y profesores de las diversas facultades y centros, así como los trabajadores de la Universidad de Piura, con las alumnas y profesoras del Colegio Vallesol, se unirán para adornar con alfombras de flores el paso de Jesús en la Eucaristía.
Mons. Óscar Cantuarias, que presidirá la Procesión y la posterior Santa Misa, ha dispuesto que quienes participen en ellas puedan obtener indulgencias plenarias, después de cumplir con los requisitos que la Iglesia dispone para ese fin.
Para promover esta Clausura del Año Eucarístico, los capellanes de las diversas facultades de la UDEP hemos recorrido muchas aulas de clase y oficinas para explicar a los miembros de nuestra comunidad universitaria cuál es la actividad que vamos a tener y cómo se pueden ganar las indulgencias. En esas visitas, hemos repartido estampas con una sugerente imagen de Juan Pablo II. Las estampas incluyen un breve examen de conciencia para facilitar la confesión, uno de los requisitos para lucrar las indulgencias plenarias.
La imagen de Juan Pablo II es, efectivamente, muy sugerente: se ve al Santo Padre de espaldas, como marchándose de un lugar. Esta fotografía la utilizó un importante diario italiano en su primera plana con las palabras "ADDIO!" acompañando la fotografía. Anunciaba de esta manera el fallecimiento de Juan Pablo II.
En las estampas de la Universidad de Piura, esta imagen lleva además la frase "Aun nos queda una tarea pendiente" haciendo alusión a que nos animemos a participar en la Clausura del Año de la Eucaristía, como asunto que queda por hacer ahora que Juan Pablo II se nos ha marchado.
Cuando el Santo Padre dispuso que hubiera un Año de la Eucaristía, de octubre de 2004 a octubre de 2005, lo hizo con estas palabras: «He querido que este Año estuviera dedicado particularmente a la Eucaristía. En realidad, todos los días, y especialmente el domingo, día de la resurrección de Cristo, la Iglesia vive de este misterio. Pero en este Año de la Eucaristía se invita a la comunidad cristiana a tomar conciencia más viva del mismo con una celebración más sentida, con una adoración prolongada y fervorosa, con un mayor compromiso de fraternidad y de servicio a los más necesitados. La Eucaristía es fuente y epifanía de comunión. Es principio y proyecto de misión» (Roma, 17 de octubre de 2004).
Ha sido una bonita casualidad que la Procesión eucarística tenga lugar precisamente el 4 de noviembre. Esa es la fecha de la fiesta de San Carlos Borromeo. Juan Pablo II, Karol Wojtyla, precisamente celebraba su santo en esa festividad. Por ello, de alguna manera éste es también un regalo para el Papa Wojtyla. Será aun un mejor regalo para el Papa Juan Pablo II si quienes participamos en la procesión nos disponemos a vivir esa celebración con la conciencia más viva alrededor de ese misterio, buscando amar más a Jesús y manifestando ese amor en obras, como lo pedía el Papa.
Dirigiéndose a los jóvenes en la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, decía el Papa Benedicto XVI:
«¿Qué está sucediendo? ¿Cómo Jesús puede repartir su Cuerpo y su Sangre? Haciendo del pan su Cuerpo y del vino su Sangre, Él anticipa su muerte, la acepta en lo más íntimo y la transforma en una acción de amor. Lo que desde el exterior es violencia brutal, desde el interior se transforma en un acto de un amor que se entrega totalmente. Esta es la transformación sustancial que se realizó en el cenáculo y que estaba destinada a suscitar un proceso de transformaciones cuyo último fin es la transformación del mundo hasta que Dios sea todo en todos (cf. 1 Cor 15,28). Desde siempre todos los hombres esperan en su corazón, de algún modo, un cambio, una transformación del mundo. Este es, ahora, el acto central de transformación capaz de renovar verdaderamente el mundo: la violencia se transforma en amor y, por tanto, la muerte en vida. Dado que este acto convierte la muerte en amor, la muerte como tal está ya, desde su interior, superada; en ella está ya presente la resurrección. La muerte ha quedado, por así decir, profundamente herida, hasta el punto de que, de ahora en adelante, no puede ser la última palabra. Ésta es, por usar una imagen muy conocida para nosotros, la fisión nuclear acaecida en lo más íntimo del ser; la victoria del amor sobre el odio, la victoria del amor sobre la muerte. Solamente esta íntima explosión del bien que vence al mal puede suscitar después la cadena de transformaciones que poco a poco cambiarán el mundo. Todos los demás cambios son superficiales y no salvan. Por esto hablamos de redención: lo que desde lo más íntimo era necesario ha sucedido, y nosotros podemos entrar en este dinamismo. Jesús puede distribuir su Cuerpo, porque se entrega realmente a sí mismo» (Homilía de Benedicto XVI en la misa de clausura de la Jornada Mundial de la Juventud. Colonia, 21de agosto de 2005).
¡Cuánto confía el actual Santo Padre en los jóvenes! Como lo hacía igualmente su predecesor. A ellos compete la transformación del mundo, limpiarlo del pecado, origen de todos los males. Lo lograrán, contando con la gracia de Dios, ¡poderosísima!, que pueden encontrar en la Eucaristía. Da mucha alegría que tanta gente joven -con sus familias- se vuelque a las veredas del Campus a adorar a Jesús. En Él está la verdadera vida, la verdadera transformación -radical- que el mundo reclama y los corazones jóvenes pueden operar.

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